Día 9

 NOVENO DÍA — MAÑANA

Aquí estoy, oh Dios, de poca fuerza y humilde condición, y, sin embargo, levantando mi corazón y mi voz a Ti, delante de quien todas las cosas creadas son como polvo y vapor. Tú, que estás oculto tras el velo de los sentidos, incomprensible en Tu grandeza, misterioso en Tu omnipotencia; y sin embargo, aquí hablo contigo con la familiaridad de un hijo con su padre, de un amigo con su amigo. Si no pudiera así dirigirme a Ti, estaría verdaderamente sin esperanza en el mundo.

No estoy aquí por mi propia voluntad, ni para hacer o decidir lo que yo quiera; sino para recibir de Ti todo lo que me has preparado para este día, sea poco o mucho, sea lo que yo hubiera escogido o no. Tú, oh Dios escondido, que determinas mi suerte y fijas los límites de mi morada. Tú que has puesto en mi mano un trabajo y me has dado habilidad para otro. Tú que sostienes en Tu mano los hilos de la vida de este día y conoces lo que me espera hacer o sufrir. Porque eres mi Padre, no tengo miedo. Pues es Tu Espíritu quien impulsa lo más profundo de mi ser, y sé que todo está bien. Lo que deseo para mí y no puedo alcanzar, Tú lo puedes lograr en mí. El bien que yo quisiera y no hago, pero que Tú quieres que haga, Tú puedes darme el poder para hacerlo.

Padre amado, toma la vida de este día bajo Tu cuidado. Controla todos mis pensamientos y sentimientos. Dirige todas mis energías. Instrúyeme en mi mente. Sostén mi voluntad. Toma mis manos y hazlas hábiles para servirte. Toma mis pies y hazlos rápidos para obedecerte. Toma mis ojos y mantenlos fijos en Tu eterna hermosura. Toma mi boca y hazla elocuente para dar testimonio de Tu amor. Haz que este día sea un día de obediencia, de gozo espiritual y de paz. Haz que el trabajo de este día sea una pequeña parte de la obra del Reino de mi Señor Cristo, en cuyo nombre elevo esta oración. Amén.

NOVENO DÍA — NOCHE

Oh Padre misericordioso, que miras las debilidades de Tus hijos humanos más con compasión que con ira, y más con amor que con compasión, permíteme ahora, en Tu santa presencia, examinar los secretos de mi corazón.

¿He hecho hoy algo para cumplir el propósito por el cual me diste la vida?
¿He aceptado las oportunidades de servicio que Tu sabiduría ha puesto delante de mí?
¿He cumplido sin omisión los deberes sencillos del día?
Dame gracia para responder con honestidad, oh Dios.

¿He hecho hoy algo que manche mi ideal cristiano de hombría?
¿He sido perezoso en cuerpo o apático en espíritu?
¿He consentido indebidamente mis apetitos corporales?
¿He mantenido mi imaginación pura y saludable?
¿He sido escrupulosamente honrado en todos mis negocios?
¿He sido completamente sincero en todo lo que he profesado ser, sentir o hacer?
Dame gracia para responder con honestidad, oh Dios.

¿He procurado hoy verme como otros me ven?
¿He dado más excusas para mí mismo que las que he estado dispuesto a dar para otros?
¿En mi propio hogar he sido un pacificador o he provocado conflictos?
¿He fracasado, mientras profesaba nobles sentimientos hacia grandes causas y objetivos lejanos, en mostrar caridad y cortesía hacia quienes están más cerca de mí?
Dame gracia para responder con honestidad, oh Dios.

Oh Tú, cuyo amor infinito, manifestado en Jesucristo, tiene el poder de destruir el imperio del mal en mi alma, concédeme que con cada día que pase pueda ser cada vez más liberado de mis pecados dominantes. Amén.