SÉPTIMO DÍA — MAÑANA
Oh Señor y Creador de todas las cosas, de cuyo poder creativo salió la primera luz, Tú que miraste la primera mañana del mundo y viste que era buena, te alabo por esta luz que ahora entra por mis ventanas para despertarme a la vida de un nuevo día.
Te alabo por la vida que late en mí:
Te alabo por el mundo brillante y hermoso al que voy:
Te alabo por la tierra, el mar y el cielo, por la nube que pasa y el ave que canta:
Te alabo por el trabajo que me has dado que hacer:
Te alabo por todo lo que me has dado para llenar mis horas de ocio:
Te alabo por mis amigos:
Te alabo por la música, los libros, la buena compañía y todos los placeres puros.
Oh Tú, que eres misericordia eterna, dame hoy un corazón tierno hacia todos aquellos a quienes la luz de la mañana trae menos gozo que a mí:
Los que sienten que el pulso de la vida se debilita:
Los que deben permanecer en cama durante todas las horas soleadas:
Los ciegos, privados de la luz del día:
Los sobrecargados de trabajo, que no tienen gozo en el descanso:
Los desempleados, que no tienen gozo en el trabajo:
Los afligidos, cuyos corazones y hogares están desolados:
Y concédeles Tu misericordia a todos ellos.
Oh Luz que nunca se apaga, así como la luz del día entra ahora por estas ventanas e inunda esta habitación, así abre las ventanas de mi corazón para que mi vida sea llena con el resplandor de Tu presencia. Que no haya rincón en mi ser que no sea iluminado por la luz de Tu rostro. Que no haya nada en mí que oscurezca el brillo del día. Que el Espíritu de Aquel cuya vida fue la luz de los hombres gobierne mi corazón hasta que llegue la tarde. Amén.
SÉPTIMO DÍA — NOCHE
Oh Ser eterno, que vives en luz perpetua; ahora, al apagarse la luz del mundo, busco el resplandor de Tu presencia.
Tú no conoces el cansancio; ahora, mientras mis miembros se vuelven pesados y mi espíritu empieza a desfallecer, encomiendo mi alma a Ti.
Tú nunca duermes; ahora, al acostarme, confío en Tu cuidado.
Tú velas eternamente; ahora, cuando estoy indefenso, me apoyo en Tu amor.
Antes de dormir, oh Dios, quiero repasar las obras de este día a la luz de Tu eternidad.
Recuerdo con amargura los deberes que he eludido:
Recuerdo con tristeza las palabras duras que he pronunciado:
Recuerdo con vergüenza los pensamientos indignos que he albergado:
Usa estos recuerdos, oh Dios, para salvarme, y no para borrarlos, sino para que vivan siempre en mi alma.
Recuerdo con alegría las bellezas del mundo que hoy he visto:
Recuerdo con dulzura las obras de bondad que hoy he visto hacer a otros:
Recuerdo con gratitud el trabajo que hoy me has permitido realizar y la verdad que me has permitido aprender:
Usa estos recuerdos, oh Dios, para humillarme, y permite que vivan para siempre en mi alma.
Antes de dormir, quiero por un momento regocijarme en los amores y amistades con que me has bendecido. Me gozo en la querida memoria de … y de …, sabiendo que, aunque han pasado al misterio, no han pasado más allá de Tu amor y cuidado. Me gozo en mi continua comunión con … y … y …; a quienes, con mi propia alma, encomiendo a Tu cuidado durante las horas de oscuridad. Y por todos los que esta noche no tienen dónde reposar su cabeza, o que, aun acostados, no pueden dormir por dolor o ansiedad, imploro Tu compasión en el nombre de nuestro Señor Cristo. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario