Día 2

SEGUNDO DÍA — MAÑANA

Oh Dios, mi Creador y Redentor, no puedo salir hoy sino es acompañado de Tu bendición. No permitas que el vigor y frescura de la mañana, ni el brillo de la buena salud, ni la prosperidad presente de mis proyectos me engañen llevándome a una falsa confianza en mis propias fuerzas. Todos estos buenos dones han venido de Ti. Tuyos fueron para darlos y Tuyos para quitarlos. No son míos para retenerlos; solo los mantengo como administrador, y únicamente en continua dependencia de Ti, el Dador, pueden disfrutarse dignamente.

Permite, entonces, que te devuelva todo lo que me has dado, consagrando a Tu servicio todas las facultades de mi mente y de mi cuerpo, todos mis bienes materiales, toda mi influencia con los demás. Todo esto, oh Padre, es Tuyo tal como Tú quieras usarlo. Todo esto es Tuyo, oh Cristo. Todo esto es Tuyo, oh Espíritu Santo. Habla Tú en mis palabras hoy, piensa Tú en mis pensamientos, y obra Tú en todas mis acciones. Y, sabiendo que es Tu gracia la que usará incluso tan débiles instrumentos humanos para cumplir Tu poderoso propósito para el mundo, permite que mi vida hoy sea el canal por el cual un pequeño destello de Tu amor y compasión divinos pueda alcanzar a las vidas más cercanas a la mía.

En Tu solemne presencia, oh Dios, recuerdo a todos mis amigos y vecinos, a mis conciudadanos, y especialmente a los pobres dentro de nuestras puertas, rogándote que me concedas gracia, en la medida de lo que me es posible, para servirles en Tu nombre.

Oh bendito Jesús, que usaste Tu propia vida preciosísima para la redención de tus hermanos humanos, sin buscar alivio, placer o enriquecimiento mundano, sino llenando todas Tus horas y días con actos de amor abnegado, concédeme hoy la gracia de seguir el camino que Tú mismo anduviste; y que a Tu nombre sea toda la gloria y la alabanza, hasta el fin. Amén.

SEGUNDO DÍA — NOCHE

Oh Padre celestial, que formaste mis miembros para servirte y mi alma para seguirte de cerca, con tristeza y contrición de corazón reconozco ante Ti las faltas y fracasos de este día que ya ha pasado. Por demasiado tiempo, oh Padre, he puesto a prueba Tu paciencia; con frecuencia he traicionado la sagrada confianza que me has otorgado para guardar; sin embargo, Tú todavía quieres que me acerque a Ti con humildad de corazón, como lo hago ahora, rogándote que ahogues mis transgresiones en el mar de Tu amor infinito.

Mi fracaso en ser fiel incluso a mis propios estándares aceptados:
Mi autoengaño frente a la tentación:
Mi elección de lo peor cuando sé lo que es mejor:
Oh Señor, perdona.

Mi fracaso en aplicarme a mí mismo los estándares de conducta que exijo a los demás:
Mi ceguera ante el sufrimiento de otros y mi lentitud para dejarme enseñar por ellos:
Mi complacencia ante las injusticias que no me afectan directamente y mi excesiva sensibilidad ante las que sí lo hacen:
Mi lentitud para ver lo bueno en mis semejantes y para ver lo malo en mí mismo:
Mi dureza de corazón hacia las faltas de mis vecinos y mi disposición a justificar las mías propias:
Mi falta de disposición para creer que Tú me has llamado a mí a una gran obra y a mi hermano a una pequeña:
Oh Señor, perdona.

Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio; y renueva un espíritu recto dentro de mí. No me eches de delante de Ti, y no quites de mí Tu santo Espíritu. Devuélveme el gozo de Tu salvación, y dame la fortaleza de un espíritu dispuesto. Amén.