DUODÉCIMO DÍA – MAÑANA
Oh Dios eterno, aunque Tú no eres tal como puedo ver con mis ojos o tocar con mis manos, concédeme hoy una clara convicción de Tu realidad y poder. No permitas que salga a mi trabajo creyendo solo en el mundo de los sentidos y el tiempo, sino dame la gracia de entender que el mundo que no puedo ver ni tocar es el mundo más real de todos. Toda mi vida hoy se vivirá en el tiempo, pero los asuntos eternos estarán involucrados en ella. Las necesidades de mi cuerpo serán urgentes, pero son las necesidades de mi espíritu las que más debo atender. Mi labor será con cosas materiales, pero detrás de ellas hazme consciente de las cosas espirituales. Haz que mantenga firmemente en mente que las cosas que importan no son dinero ni posesiones, ni casas ni tierras, ni comodidad o placer corporal; sino la verdad, la honra, la mansedumbre, la ayuda y el amor puro hacia Ti.
Por el poder que me has dado para aferrarme a las cosas invisibles:
Por el fuerte sentido que tengo de que este no es mi hogar:
Por mi corazón inquieto que nada finito puede satisfacer:
Te doy gracias, oh Dios.
Por la invasión de mi alma por Tu Espíritu Santo:
Por todo amor humano y bondad que me hablan de Ti:
Por la plenitud de Tu gloria derramada en Jesucristo:
Te doy gracias, oh Dios.
Yo, un peregrino de la eternidad, me presento ante Ti, oh Eterno. No permitas que busque adormecer o destruir el deseo por Ti que agita mi corazón. Más bien, ayúdame a rendirme a su llamado y a ir donde me conduzca. Hazme sabio para ver todas las cosas hoy bajo la forma de la eternidad, y hazme valiente para enfrentar todos los cambios en mi vida que tal visión pueda implicar; por la gracia de Cristo, mi Salvador. Amén.
Duodécimo Día — Noche
Oh tú, en cuyo ser infinito se hallan atesorados todos los tesoros de sabiduría, verdad y santidad, concédeme que, mediante una comunión constante contigo, las verdaderas gracias del carácter cristiano tomen cada vez más forma en mi alma:
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La gracia de un corazón agradecido y sin quejas.
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La gracia de esperar pacientemente tu tiempo y responder prontamente a tu llamado.
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La gracia de tener valor, ya sea en el sufrimiento o en el peligro.
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La gracia de soportar las durezas como buen soldado de Jesucristo.
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La gracia de la valentía para defender lo que es correcto.
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La gracia de estar preparado, para no caer en tentación.
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La gracia de la disciplina corporal.
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La gracia de la estricta veracidad.
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La gracia de tratar a los demás como quisiera que me traten a mí.
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La gracia de la caridad, para abstenerme de juicios apresurados.
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La gracia del silencio, para abstenerme de palabras precipitadas.
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La gracia de perdonar a todos los que me han ofendido.
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La gracia de la ternura hacia todos los que son más débiles que yo.
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La gracia de la perseverancia en el deseo de que se haga tu voluntad, así como ahora oro.
Y ahora, oh Dios, dame una mente en paz, mientras me acuesto a descansar. Habita en mis pensamientos hasta que el sueño me venza. Hazme alegrarme en el conocimiento de que, ya esté despierto o dormido, sigo contigo. No permitas que me inquieten ansiedades por intereses menores de la vida. Que ningún sueño perturbador me moleste, para que despierte renovado y listo para las tareas de un nuevo día. Y a tu nombre sea toda la gloria. Amén.
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